24 Abril, 2021 Cristo News / Actualidad – Génesis

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(Cristo News – Redacció) Especial tomado de revista semestral del Congreso Mundial Menonita

La Biblia y la preservación de la creación

La Biblia no guarda silencio respecto a la responsabilidad del ser humano por la creación.  Nos brinda valiosas enseñanzas sobre este tema, a tal punto que muchos han llegado a considerar la Palabra de Dios como una especie de texto de ecología, un manual que ayuda a los cristianos a vivir correctamente en la tierra, un libro que nos dice, “cómo vivir en la tierra para no quedar desorientados al llegar al cielo” (Dewitt)

Fundamento del Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento contiene muchos pasajes bíblicos que nos instruyen sobre nuestra responsabilidad por la creación. Sin embargo, el pasaje más elocuente es el de Génesis 2.15, “Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara”. Este versículo establece el fundamento bíblico para la protección de la creación. Enfatiza el mandato cultural de la misión de Dios confiada a los humanos en el jardín del Edén. Este doble mandato misionero consiste en cultivar y cuidar.

Cultivar (àvàd)

Etimológicamente, esta palabra se origina de la raíz àvàd que significa cultivar, servir, trabajar. En todo el Antiguo Testamento àvàd solo tiene estos dos significados, que vienen a ser lo mismo: honrar y glorificar a Dios.

En el primer caso, se trata de rendir culto a Dios, de realizar ciertos servicios en la adoración. El segundo se refiere al trabajo manual del ser humano para suplir sus propias necesidades, o las de su amo en el caso de los esclavos. También es un servicio prestado a los reyes (Ex 20.9, 30.16; Lv 25.39; Dt 28.23; Sal 128.2, 24.1–2; Hch 20.35; 1 Co 16.58; 2 Ts 3.8–9,11).

En esta perspectiva, el ser humano no fue creado para no hacer nada. El trabajo es una necesidad de su naturaleza, que solo puede desarrollarse mediante la actividad. El trabajo es lo que desarrolla la inteligencia, todas las fuerzas de la energía y la voluntad, así como las del cuerpo (Rochedieu). El ser humano ha sido llamado primero a trabajar, ya que es la condición sine qua non de todo desarrollo. El ser humano continúa la obra de Dios a través del trabajo, porque Dios quiere que sea próspero. El apóstol Pablo incluso dice, “si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma” (2 Ts 3.10).

Debe enfatizarse que, al principio, el trabajo manual no es una maldición ni una consecuencia del pecado. Es una institución divina. El trabajo proviene de Dios porque él mismo trabajó y aún trabaja.

El término àvàd, entendido como un servicio a rendir, también se refiere a la adoración que el ser humano debe rendirle a Dios. Pero el verdadero culto consiste en servir a los demás para su bien (Is 58.6–7; Stg 1.27); cultivar significa obedecer la voluntad y las órdenes de Dios. Rochedieu considera a este respecto, “que existe en este caso una estrecha analogía entre cultivar, culto y cultura. El buen uso de la misión lleva necesariamente al servicio que se rinde a Dios para su gloria y honor, y para el bienestar y la integridad de todas las criaturas; le pide a Dios su pan mientras se pone a trabajar para obtenerlo”.

Cuidar (shamar)

Este verbo significa cuidar, vigilar, velar por, proteger, preservar, guardar, conservar la memoria, observar, notar, sostener. Este verbo se usa 126 veces en el Pentateuco, 128 veces en los Profetas y 165 veces en el resto de las Escrituras. En el pasaje de Génesis 2.15, shamar tiene el sentido de vigilar, preservar, cuidar.

Desde esta óptica, la tarea del ser humano consiste en proteger el jardín de las aspiraciones de dominio de un “enemigo” de una naturaleza totalmente diferente, que pronto aparecerá. Esta tarea de Adán, que se refiere solo al jardín, deja entrever la tarea de la humanidad con respecto a la tierra.

La palabra cuidar (shamar) se refiere tanto a los pastores que vigilan el rebaño (1 S 17.20) como al agricultor que cuida el huerto, como en Génesis 1.28 y 2.15; “se responsabiliza a la humanidad ” (Roop).

“La misión encomendada por Dios no se cumple mediante la explotación y destrucción de la flora y la fauna”, escribió Jochem Douma, profesor de Ética. Por el contrario, los seres humanos no solo se ocupan de las ‘cosas’ que pueden manipular y deformar según les parezca para enriquecerse, sino que han recibido la administración de una función determinada por Dios. Por consiguiente, deben comportarse con las demás criaturas teniendo en cuenta las características que Dios ha otorgado a cada una”.

Como administrador de grandes bienes, el ser humano no debe pretender ser el “dueño”. El mundo es una creación de Dios, y no de los humanos. Ellos son apenas administradores de una creación que sigue siendo propiedad de Dios. Debe ser administrada según las normas de la justicia divina y no según aquellas que el ser humano forja en sus deseos de poder.

Hoy en día, la creación sufre una degradación a gran escala que no debe dejar indiferentes a quienes se llaman discípulos de Jesucristo, porque de ello depende la supervivencia de la humanidad, tanto de hoy día como de las generaciones futuras.

Fundamento del Nuevo Testamento

Varios pasajes del Nuevo Testamento hablan de la dimensión cósmica del Evangelio. No obstante, analizaremos el texto de las epístolas de Pablo a los Colosenses (1.15–23) y a los Romanos (8.18–22). Colosenses 1.15–23 afirma claramente que en Cristo subsiste todo (panta en griego), porque “todo fue creado por medio de él y para él”. Describe el vínculo que existe entre el Cristo de la creación y el Cristo de la cruz. Él es aquel en quien todas las cosas se reconcilian y reencuentran la armonía. Pablo declara audazmente que los beneficiarios de esta nueva armonía no son solo los seres humanos, sino todas las cosas. Es un derecho adquirido en el presente y el futuro.

En Romanos 8:18–22, Pablo escribe que toda la creación sufre (los seres humanos y las demás criaturas), y está esperando el día de la redención de los hijos de Dios. Este sufrimiento proviene de la rebelión del ser humano contra la ley de Dios. Porque Dios creó un jardín exuberante, productivo y libre de malezas, un lugar lleno de salud y vida, pero el pecado trajo enfermedad, muerte, espinas y cardos. El ser humano debe trabajar duro para ganarse el pan porque la tierra productora de alimentos ha sido maldecida. En el espacio de dos siglos (desde el comienzo de la era industrial), la especie humana ha hecho tambalear los cimientos de la vida.

La creación sufre y suspira dolores del parto debido a la actividad humana: la destrucción de los espacios naturales y la urbanización, la extinción de especies, el deterioro de los suelos, la transformación de los recursos naturales, los residuos y productos peligrosos, la contaminación a gran escala, la alteración del equilibrio planetario, la degradación humana y cultural, el calentamiento global, las condiciones insalubres en las grandes urbes de los países en vías de desarrollo, etc. Estos son los graves males que sufre la creación.

El mandato que Dios le dio al ser humano es cultivar y cuidar el jardín. Pero en realidad los humanos solo cultivan y explotan la tierra sin preocuparse por la segunda parte del mandato cultural de cuidar el don de Dios, sabiendo que el verdadero dueño del cosmos es Dios mismo, que creó todas las cosas para su gloria. Y si él nos ha dado los beneficios de la creación para que la disfrutemos de manera responsable, debemos tener cuidado de no socavar su fertilidad.

Por otro lado, si actuamos de acuerdo con la enseñanza bíblica sobre este tema, viviremos felices y ofreceremos a las generaciones venideras un futuro radiante.

Beneficios de seguir las enseñanzas de la Biblia sobre preservar la Creación

La enseñanza bíblica sobre la protección de la creación tiene varias ventajas. Nos permite:

  • Desterrar la ignorancia sobre nuestra responsabilidad de proteger la creación. Cuanto más estemos informados sobre la degradación y la destrucción infligidas a la tierra de nuestro Señor, más nos vemos obligados a rever nuestra responsabilidad como gestores y administradores de nuestro planeta y de sus habitantes. Entendemos que Dios es el creador de todo el universo (Gn 1.1), el cual le rinde elocuente testimonio (Sal 19). Toda la creación le pertenece a Dios (Dt 10.14; Sal 24.1; 1 Cor 10.26) que la ama y se preocupa por ella, proveyendo alimento y agua para todas las criaturas (Sal 104; Hch 14.17), como también proveyó a Jesucristo   (Jn 3.16). Se nos asegura que el Señor nos bendice y nos guarda (Sal 104; Nm 6.24–26).
  • Debemos darnos a nosotros mismos y al suelo un descanso sabático, es decir, tiempo para la recuperación y para disfrutar de los frutos de la creación de Dios (Ex 20.23; Lv 25.26). Así como Dios provee para las necesidades de sus criaturas, nosotros también debemos permitirles que sean fructíferos y que se multipliquen (Gn 1.22, 28.17, 9.1–7), y no añadir “casa a casa” (Is 5.8).
  • Participar en los esfuerzos de unos y otros para detener la rápida degradación de la creación que amenaza al mundo. Las consecuencias de esta degradación son dramáticas para la especie humana así como para las otras especies.
  • Desde la perspectiva del desarrollo sostenible, trabajar para nuestro desarrollo, sin comprometer el de las generaciones futuras.

Fuente: Congreso Mundial Menonita

https://mwc-cmm.org/es/node146/stories/la-preservaci%C3%B3n-de-la-creaci%C3%B3n-un-mandato-b%C3%ADblico

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